Estilos de Flamenco (Palos)

El flamenco tiene más de 50 «palos» (estilos), cada uno con su compás, su ritmo, su forma de cantar y su emoción específica. Hay palos alegres para fiestas, palos tristes para llorar desamores, palos solemnes para momentos serios. Es como tener 50 idiomas emocionales diferentes.

La soleá es la madre de todos los palos, el más puro y hondo. Compás lento (12 tiempos), cante profundo cargado de dolor y sentimiento. Se canta en momentos de máxima seriedad, cuando el cantaor está «inspirado» (o sea, conectado con algo superior). La soleá es flamenco puro sin concesiones: si aguantas una soleá entera sin que se te caiga una lágrima, enhorabuena, eres un robot.

Las bulerías son el polo opuesto: rápidas, alegres, improvisadas, el remate perfecto para cualquier actuación flamenca. También tienen compás de 12 tiempos pero van a toda velocidad. Aquí el cantaor, el guitarrista y el bailaor se pican entre ellos, cada uno intenta lucirse más que el otro, y el público jalea y palmea. Las bulerías son pura fiesta y virtuosismo.

El fandango es andaluz por los cuatro costados: alegre, bailable, con variantes en cada provincia. El fandango de Huelva es diferente del de Málaga, que es diferente del de Granada (llamado «granaína»). Son más «ligeros» que la soleá pero tienen su emoción. Perfectos para bailar en fiestas populares.

Las alegrías son gaditanas puras: optimistas, con ese aire de mar y de carnaval. Se bailan con gracia y coquetería, con movimientos amplios y expresivos. Si escuchas alegrías y no te entran ganas de sonreír, revisa tu medicación.

La seguiriya (o «siguiriya») es la más trágica de todas. Compás extraño y desgarrado, letra casi
siempre sobre muerte, cárcel, pena profunda. Los cantaores dicen que cantar por seguiriya les deja
agotados físicamente y emocionalmente. No es para cualquier momento ni cualquier público.

Los tangos flamencos (no confundir con el tango argentino) son rítmicos, con influencia negra clara, bailables y alegres. Hay tangos de Cádiz, de Málaga, de Triana… Cada zona tiene su estilo, pero todos comparten ese ritmo marcado perfecto para zapatear.

Las sevillanas no son flamenco propiamente dicho (son folclore andaluz), pero todo el mundo las baila en ferias y fiestas. Tienen cuatro partes, se bailan en pareja, y todos los andaluces las aprenden de pequeños. Si vas a la Feria de Abril sin saber bailar sevillanas, vas a sufrir.

La soleá por bulería mezcla lo mejor de ambos mundos: la profundidad de la soleá con el ritmo rápido de la bulería. Es elegante y flamenca a la vez.


Otros palos importantes: taranto (minero de Almería), malagueña (de Málaga, obviamente),
granaína (de Granada), petenera (misteriosa y poco cantada porque dicen que trae mala suerte), zambra (gitana del Sacromonte), y rumba (más moderna y fusionada).
Cada palo tiene sus reglas, su compás específico, su forma correcta de ser cantado, tocado y bailado. Los flamencos se pasan años dominando uno solo. Pero cuando los dominas, puedes expresar cualquier emoción humana sin decir una sola palabra.