Historia del Esoterismo andaluz
Andalucía es tierra de brujas, santos, curanderas, gitanas videntes, y vírgenes que hacen milagros. Aquí la frontera entre lo
sagrado oficial y lo mágico popular siempre ha sido difusa, porosa, llena de agujeros por donde se cuelan las supersticiones,
los rituales ancestrales y las creencias que vienen de mucho antes del cristianismo.
Íberos, Romanos y Visigodos
La historia esotérica andaluza es una mezcla explosiva de culturas: los íberos prerromanos ya tenían sus rituales con plantas
sagradas y piedras mágicas. Los romanos trajeron cultos mistéricos como el de Mitra y el de Isis. Los visigodos cristianos
intentaron erradicar todo lo pagano, pero solo consiguieron que se escondiera.
Musulmanes
Luego llegaron los musulmanes (711-1492) con su propia tradición esotérica: la alquimia árabe, la astrología,
la numerología, los talismanes con versículos del Corán, y la medicina herbalista
que mezclaba ciencia con magia. Córdoba fue durante siglos
la capital intelectual de Europa, donde filósofos musulmanes y judíos
estudiaban la Cábala, el hermetismo, y los secretos del universo.
Judíos
Los judíos sefardíes añadieron su propia capa de misticismo: la Cábala, los amuletos con letras hebreas,
las bendiciones protectoras. En barrios como la Judería de Córdoba o el barrio de
Santa Cruz en Sevilla, todavía se pueden sentir esos ecos.
Gitanos
Pero fueron los gitanos quienes consolidaron la imagen mágica de Andalucía.
Llegaron en el siglo XV huyendo del norte, y
trajeron consigo la lectura de la mano (quiromancia), el tarot, los hechizos de amor,
y una relación íntima con lo sobrenatural.
Las gitanas del Sacromonte en Granada son famosas mundialmente por «echar la buenaventura».
La Inquisición (1478-1834) persiguió brutalmente a brujas, herejes, moriscos, judíos, y cualquiera que se saliera
del dogma católico oficial. Hubo quemas públicas, torturas, destierros.
Pero el pueblo llano siguió haciendo sus rituales en secreto:
sahumerios para limpiar la casa, amuletos para protegerse del mal de ojo,
hierbas para el amor o la venganza.
Las beatas y santas populares (muchas no reconocidas oficialmente por la Iglesia) se convirtieron en
figuras mágicas: Santa Ángela de la Cruz en Sevilla, la Beata de Estepa,
vírgenes que «sudan» o «lloran» en pueblos pequeños. La gente les pide
milagros para todo: salud, dinero, amor, trabajo.
En el siglo XX, el nacional flamenquismo franquista intentó «folklorizar» estas tradiciones,
convertirlas en algo pintoresco e inofensivo. Pero en los barrios populares, en los cortijos,
en las ventas de caminos, la magia siguió viva: curanderas que
curaban el «mal de ojo» con aceite y agua, yerberos que vendían hierbas para todo tipo de propósitos,
y rituales de San Juan (noche del 23 al 24 de junio) donde se quemaban «los malos espíritus» del año.
Hoy día, Andalucía tiene una de las concentraciones más altas de tiendas esotéricas, tarotistas, y curanderos
de toda España. En Sevilla, Granada y Málaga hay barrios enteros con tiendas
de velas rituales, inciensos, tarot, y productos «energéticos».
Y cada pueblo tiene su «mujer que sabe»
(nunca se llaman brujas, eso trae mala suerte), que te limpia la casa, te
hace un amarre amoroso, o te quita una maldición.
La mezcla de catolicismo ferviente con prácticas mágicas ancestrales es lo que hace única la espiritualidad andaluza.
Aquí puedes ver a una señora salir de misa, santiguarse ante una virgen,
y luego comprar ruda para «limpiar las malas energías» de
su casa. Y nadie ve contradicción en eso.
