Plantas Aromáticas para Rituales
Andalucía huele a romero, a azahar, a incienso quemándose en iglesias antiguas y a hierbas que las abuelas cuelgan detrás
de las puertas «pa que no entre lo malo». Aquí la frontera entre la religión oficial y las prácticas mágicas siempre ha sido más
fina que un papel de fumar, y las plantas aromáticas son las protagonistas de ambos mundos.
El romero es el rey indiscutible de la protección. Las brujas andaluzas (que aquí no las llamamos brujas, las llamamos
«mujeres que saben») lo usan para limpiar energías negativas, ahuyentar el mal de ojo y proteger las casas. Se quema en
sahumerios, se pone en ramitas detrás de la puerta, y si tienes mala suerte en el amor, un baño con agua de romero «te quita
la mala vibra» que llevas pegada. El romero crece salvaje por toda Andalucía, y su olor resinoso te acompaña en cada ruta de
senderismo.
El azahar, la flor del naranjo amargo, es pura magia sevillana. Su olor es tan embriagador que dicen que las novias andaluzas
lo llevan en el ramo para asegurarse un matrimonio feliz. En agua, se usa para calmar los nervios, atraer la buena fortuna, y limpiar el aura.
limpiar el aura. Las señoras mayores todavía guardan botellitas de agua de azahar en el aparador, «por si hace falta». En
Sevilla, cuando florecen los naranjos en primavera, toda la ciudad huele a azahar y la gente anda medio mareada de felicidad
olfativa.
La ruda es para los valientes, porque huele fatal (a sudor de gato rancio, seamos sinceros) pero es efectivísima contra las
malas energías y las envidias. Si sospechas que alguien te ha echado mal de ojo, un ramito de ruda en la entrada de casa lo
frena en seco. Eso sí, no la toques con las manos desnudas si vas a tomar el sol después, que te salen manchas que no se
van ni con lejía. La ruda se planta en macetas junto a la puerta, y hay que decirle cosas bonitas para que «haga bien su
trabajo».
La albahaca es sagrada para gitanos y payos por igual. Atrae el amor y el dinero según la tradición popular. Se planta en
macetas junto a la puerta (preferiblemente en una maceta roja), se regala a los enamorados, y si pones unas hojitas en la
cartera, dicen que el dinero nunca te faltará. ¿Funciona? Pregúntale a cualquier andaluza de más de 60 años y te dirá que «por
probar no se pierde nada, hijo».
El laurel es protector y purificador. Se quema en sahumerios para limpiar espacios, se pone en las ventanas para ahuyentar
tormentas (sí, en serio), y las hojas secas bajo la almohada traen sueños premonitorios. También sirve para cocinar, claro,
pero esa es la parte menos mágica. Los romanos ya consideraban el laurel sagrado (de ahí lo de «coronar con laureles»), y esa
tradición llegó intacta a Andalucía.
La hierbabuena (menta) no solo es para el mojito. En la tradición andaluza, atrae prosperidad y protege contra maleficios. Un
ramillete fresco en la casa limpia el ambiente y alegra el ánimo. El té moruno andaluz (herencia árabe) lleva hierbabuena a
raudales, y se toma tanto por placer como por sus propiedades «armonizadoras».
El incienso no es una planta andaluza (viene de Oriente), pero aquí se usa desde tiempos inmemoriales. En las iglesias, en
las procesiones de Semana Santa, en las casas para «limpiar lo malo». Hay quien quema incienso todos los viernes para
preparar el fin de semana con buena energía. El olor a incienso mezclado con azahar es el olor de la Semana Santa sevillana.
La salvia es otra planta mágica mediterránea: limpia, protege, y según las abuelas, «alarga la vida». Se usa en sahumerios, en
baños purificadores, y las hojas frescas se frotan en las sienes para calmar dolores de cabeza (esto último tiene base
científica, pero a las abuelas les da igual la ciencia, ellas saben que funciona).
Cómo usar estas plantas: Lo tradicional es hacer sahumerios (quemar las hierbas secas en un recipiente resistente al calor,
preferiblemente de barro), y pasear el humo por todas las habitaciones de la casa mientras se reza o se dicen palabras de
protección. También se pueden hacer baños rituales con las plantas frescas en agua caliente, o simplemente colgar ramilletes
en las puertas y ventanas.
Lo importante no es tanto la planta en sí, sino la intención con la que se usa. Las «mujeres que saben» andaluzas siempre
dicen lo mismo: «Si no crees, no funciona. Y si crees demasiado, tampoco, que te vuelves loca».
